Se
sabe que uno llega, finalmente, a creer cualquier cosa que se repita a sí
mismo, sea la afirmación verdadera o falsa. Si un hombre repite una mentira una
y otra vez, con el tiempo aceptará esa mentira como algo cierto. Más aún,
creerá que es cierta. Todo hombre es lo que es a causa de los pensamientos
dominantes que él permite que ocupen su mente. Los pensamientos que un hombre
adopta deliberadamente, y que anima con entusiasmo, y con los que combina una
emoción o más, ¡constituyen las fuerzas motivadoras que dirigen y controlan
cada uno de sus movimientos, actos y hazañas!
Aquí
tenemos el enunciado de una verdad muy importante:
Los pensamientos
combinados con cualquiera de las emociones constituyen una fuerza «magnética»
que atrae otros pensamientos similares o relacionados.
Un
pensamiento así «magnetizado» con la emoción se puede comparar con una semilla
que, cuando es plantada en terreno fértil, germina, crece y se multiplica una y
otra vez, hasta que aquello que en un principio fue una semillita ¡se convierte
en innumerables millones de semillas de la misma clase!
La
mente humana está constantemente atrayendo vibraciones que armonicen con
aquella que la domina. Cualquier idea, plan, pensamiento o propósito que uno
abrigue atrae infinidad de ideas afines, adhiere estas ideas a su propia
fuerza, y crece hasta convertirse en el propósito maestro que domina y motiva
al individuo en cuya mente se ha alojado.
Ahora
bien, cómo se puede plantar en la mente la semilla original de una idea. La
información es fácil de entender: cualquier idea, plan o propósito se puede
injertar en la mente mediante la repetición del pensamiento. Por eso le damos
instrucciones para que ponga por escrito un planteamiento de su propósito
principal, u objetivo primordial y preciso, lo memorice y lo repita en voz alta
todos los días, hasta que las vibraciones auditivas hayan alcanzado su
subconsciente y consigan impresionarlo.
Napoleón Hill.
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