Las
afirmaciones practicadas para sanar perturbaciones físicas o mentales crónicas,
deberían repetirse con frecuencia, profundidad y continuidad, hasta que lleguen
a formar parte integrante de nuestras más hondas convicciones intuitivas.
El hombre
está dotado de una naturaleza triple, y anhela la liberación de todas las
formas de sufrimiento, esto es:
1) La
curación de las enfermedades corporales.
2) La
curación de las enfermedades de la mente - enfermedades psicológicas- tales
como el temor, la ira, los malos hábitos, la conciencia del fracaso, la
carencia de confianza y de iniciativa, etcétera.
3) La
curación de las enfermedades del espíritu, tales como la indiferencia, la
carencia de un propósito en la vida, el dogmatismo y la soberbia intelectual,
el escepticismo, el satisfacerse con el aspecto material de la existencia, y la
ignorancia tanto de las leyes de la vida como de la divinidad del hombre.
Es de
fundamental importancia el asignar igual valor a la prevención y a la curación
de estos tres tipos de enfermedades simultáneamente.
La mayoría de
los hombres fija su atención en la curación de los problemas físicos
exclusivamente, debido a que éstos son los más tangibles y obvios. Mas las
gentes no se percatan del hecho de que las verdaderas causas de todas las
aflicciones humanas, yacen en las perturbaciones mentales tales como la
ansiedad, el egoísmo, el stress, etc.
Una vez que
un hombre ha destruido en sí las bacterias mentales de la intolerancia, la ira
y el temor, y ha liberado su alma del poder de la ignorancia, es muy poco
probable que sufra de enfermedades físicas o de privaciones materiales.
Cuando
luchamos por recuperar la salud perdida, a menudo solemos prestar mayor
atención al poder avasallador de la enfermedad en lugar de concentrarnos
plenamente en la posibilidad de sanar; de esta forma, permitimos que la
enfermedad corporal se convierta en un hábito tanto mental como físico. Este
fenómeno se manifiesta especialmente en las personas tensas y aprensivas. Todo
pensamiento depresivo, todo pensamiento de felicidad, de irritabilidad o de
calma, graba su surco sutil en las células cerebrales, fortaleciendo nuestras
tendencias ya sea hacia la enfermedad o hacia el bienestar.
Hacerse cargo
de uno mismo con esfuerzo y disciplina supone desandar mentalmente lo aprendido
y dotar a nuestra conducta y emocionalidad de un nuevo sentido autorrealizador
(Dyer).
Adueñarse de
la propia vida, puede abocar en cierta soledad. Hacerse cargo de uno mismo
abarca el pasado, el presente y el futuro, asumir la responsabilidad por lo que
se hizo, se hace y se hará.
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